"He oído sus gritos contra los opresores y he bajado a liberarlos"

(Ex 3, 7-8)

En el mar de Galilea



"Caminando por la orilla del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Y les dijo: veníos conmigo y os haré pescadores de hombres. Ellos, al instante, dejando las redes, lo siguieron" (Mt 4, 18-22).

Jesús mira y  llama a estos hermanos pescadores, y quien es llamado responde con el seguimiento (ellos dejando las redes lo siguieron).

La vocación de los Apóstoles es modelo para todos los que queremos seguir a Jesús. Esta no nace del idealismo, de la fantasía o la generosidad de las personas; nace de la fe, de la mirada amorosa de Dios que a través de Jesús invita a su seguimiento.

Es respuesta a una llamada que Dios dirige: elige y llama. Es Él quien toma siempre la iniciativa y de nosotros solo espera la respuesta a su plan de amor. Él, se hace siempre el encontradizo: pasa, mira, llama... el discípulo escucha, es decir, obedece y lo sigue.
Cuando tomas la iniciativa de optar por ser sacerdote o religioso, no lo haces por el trabajo a realizar, lo haces convencido de que es tu manera de agradecer a Dios lo que ha hecho por ti en Cristo, te ofreces a Dios por Jesús, nada más para aportar con tu generoso sí la manifestación del reino y para ser parte de ese plan del amor de Dios para todos los hombres.
            Descubres por la fe que Jesucristo es el primer valor de tu vida, y quieres que, poco a poco, este descubrimiento, te vaya conquistando por dentro hasta que de verdad Jesucristo se convierte en  lo más importante de tu escala de valores. Has decidido seguirlo y seguirlo con todo lo que su seguimiento implica, renuncias a hacer todo a tu manera y acoges en ti los deseos de Jesús.
        Y seguirlo significa quererlo con toda el alma y ofrecerle nuestro corazón y nuestro cuerpo, nuestras cualidades y gustos, nuestra salud y nuestros estudios, nuestro interés y nuestro tiempo, a fin de que a través de nosotros, Jesucristo que vive hoy, pueda seguir su tarea de liberar y de salvar a la gente.
          Cuando descubrimos la presencia amorosa de Dios en nosotros y vemos todo lo que ha hecho, nuestro corazón canta con júbilo y se entrega con júbilo al Señor y por su causa.  La verdadera alegría de la respuesta vocacional viene de ese saberse amado y llamado por Dios.
Seguir a Jesús, ser discípulo suyo, significa responder a su llamada a vivir con Él y como Él y también realizar la misión llevando su mensaje a todos los hombres.
Vincularse incondicionalmente a su persona, hacerse con Él compañero de camino, identificarse con su estilo de vida: su castidad, su obediencia y su pobreza y compartir su destino en plena fidelidad y disponibilidad a las exigencias que implica toda vocación. Seguir a Jesús supone también colaborar en su misma misión, el proyecto de hacer presente el Reino de Dios en el mundo.

Anímate a Seguir a Jesús. Descubre cuál es el sentido de tu vida y para qué estás aquí, déjate llamar en la Galilea de tu vida, déjate encontrar por Jesús. Y respóndele por amor a ti y a todos los hombres.
Y si quieres ser Mercedario, ven y verás nuestro estilo de vida... Dios les bendiga.

No hay comentarios: