"He oído sus gritos contra los opresores y he bajado a liberarlos"

(Ex 3, 7-8)

SAN PEDRO NOLASCO

UNA VIDA AL SERVICIO DE LA LIBERTAD DEL HOMBRE.









 EL HOMBRE QUE SUPO ARRIESGAR







     Pedro Nolasco, el futuro fundador de la Orden Mercedaria, nació a finales del siglo XII cerca de Barcelona. Siendo mercader de profesión, los continuos viajes de negocios le ponen en contacto con la dura realidad del cautiverio de los cristianos en poder de los musulmanes. Aquel rico y audaz empresario que había surcado los mares y cruzado tierras y reinos de moros y cristianos no pudo resistir el triste espectáculo de dolor y cadenas que contemplaban sus ojos y decide cambiar la razón social de la empresa: no se ocupará ya de la fácil ganancia sino del hermano cautivo que, herido en su dignidad de persona, llora la libertad perdida; y por la libertad de los cautivos jugará fuerte y arriesgará hasta desprenderse de toda su fortuna.

EL FUNDADOR DE LA MERCED





Nunca fue tan rico como cuando nada tenía ya que su gesto redentor impresiona a cuantos le conocen y no tardan en unírsele otros jóvenes que ponen a disposición no sólo sus bienes, sino también sus personas; con ellos organizará todos los años-redenciones de cautivos. Y cuando les fallan los medios económicos acuden a un método todavía no inventado: el de pedir públicamente limosna en las iglesias. Y en esta tarea continuará hasta que, movido por una inspiración divina, funda el 10 de agosto de 1218 la Orden de la Merced con carácter religioso-militar. Con el respaldo del rey D. Jaime 1 de Aragón y en presencia del obispo D. Berenguer de Palou, Pedro Nolasco y sus primeros compañeros emiten, delante del altar mayor de la catedral de Barcelona, su profesión religiosa consagrándose por completo a Dios y al servicio de los cautivos. El rey le entrega el hospital de santa Eulalia como residencia oficial y confía a sus desvelos los pobres, enfermos y peregrinos de aquel centro benéfico asistencial.
PERSONA CREATIVA



      Las nuevas obligaciones contraídas no le hacen olvidar la situación de los cautivos. Por el contrario, hallará el modo de intensificar su acción liberadora. Las fundaciones del nuevo instituto más que conventos serán puntos de apoyo desde los que se irradiará un mensaje de amor y libertad; y en torno a estos centros surgirá un movimiento redentor laical en el que, participando de la espiritualidad del nuevo instituto, grupos de hombres y mujeres ofrecen su trabajo y se empeñan en la tarea de colectar limosnas para los cautivos y en la de atender en los hospitales de la Orden a los pobres y enfermos. 




Como toda esta ayuda aún era poca, su genio creativo irá todavía más lejos: admitirá cuestores para que ayuden en la colecta de limosnas, fijará los límites territoriales en que debe predicar y trabajar cada convento y organizará procesiones de cautivos para ayudar a la obra de la redención moviendo a los fieles a la generosidad.
EL HOMBRE SANTO
    El secreto de la asombrosa caridad de Nolasco lo hallamos en su profunda devoción al Redentor del mundo. A sus hijos les pedirá que en el cumplimiento de la misión redentora estén “alegremente dispuestos a dar sus vidas, si fuere necesario, como Jesucristo la dio por nosotros”. 





Su segundo gran amor fue María, de la que se consideró humilde mensajero y servidor y a ella confió la Orden fundada bajo su inspiración.
Rico para los pobres y pobre para sí, cualquier privación o sacrificio le parecía bien pagado si con ello podía ayudar a la persona necesitada; por ello ordenará que antes de admitir a los novicios a la profesión les “deben ser expuestas todas las asperezas y pobrezas de la Orden” y se habitúen a un estilo austero de vida.





EL MENSAJE DE NOLASCO
     Para san Pedro Nolasco la auténtica riqueza del hombre es su dignidad de persona, su libertad. Y al servicio de la libertad de los cautivos de su tiempo puso su empresa, sus dotes humanas y toda su persona. Su gesto continúa impresionando y grita a cuantos se preocupan por la suerte del hombre: no es lícito ni cristiano pasar indiferentes ante el hermano herido en su dignidad de persona y sujeto a las cadenas de la pobreza, de la persecución y la droga, sin detenerse y tenderle la mano.

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